lunes, 26 de mayo de 2008

Silencioso disimulo*

Despierto en la mañana, luego de ese complicado sueño envuelto alrededor de tu persona. Despierto, pero no reacciono aún. Me deleito con el olor perfumado del tostado del café.

Lo has hecho de nuevo. Te fuiste, pero antes dejaste el desayuno servido. Desgraciado. Un simple “cuídate”, o un “vuelvo más tarde” hubieran bastado. Pero no, siempre tuviste que ser un silencioso detallista.

La cafeína en el aire hace que vuelva a mis anteriores pensamientos. ¿En qué estaba? Ah, sí. Hoy iba a darme un día de enfermedad. Llamaría al trabajo, diría que, debido a una repentina recaída de una enfermedad leve y desconocida, pero fatal si abandonaba la cama, no podría asistir a la reunión de directorio. Sí, eso bastaría. Vaya día para tomarme una mini vacación. Pero debes entender, es sólo para admirar tu presencia. O falta de ella, como sea.

Miro la hora, es temprano aún, quizá demasiado tarde para un día de trabajo, pero ligeramente anterior a una hora decente en un día de vacación. Tiro a un lado las blancas sábanas con las piernas. Esa sensación, ese pensamiento, retumban en mi cabeza. ¿Por qué tuviste que ser siempre silencioso y detallista? Hubiera bastado una sola palabra, una frase débil pero completa, sólo eso, nada más.

Me siento en el borde de la cama, estirándome todo lo posible, me froto la cara, anda, despierta, inhala, exhala, inhala otra vez. Me dirijo a la cocina. Aún no puedo creer que, pese a haber dormido tan poco, me siento tan liviana, tan descansada, tan realizada. Agarro una taza, y mientras me sirvo ese líquido tan parecido al petróleo, reacciono un poco más debido al contacto de mis pies con la fría losa del piso. Froto uno contra el otro, los caliento durante unos segundos, y entre tanto, la cafeína empieza a recorrer mi sistema.
Prendo un cigarrillo, dejo caer los primeros rastros del tabaco quemado, mientras el anhídrido carbónico escapa por mi nariz y boca. Bostezo. Es aquel sueñito de las once de la mañana que tengo desde que tengo uso de razón.

Suspiro. Siempre supiste que ésta era una relación basada en el engaño y la mentira. Siempre, aunque quizá tácitamente, supimos que vivíamos vidas dobles. Es una pena que yo lo hubiera comprobado antes que tú. Un simple “cuídate” o un “vuelvo más tarde” hubieran bastado cuando salías y me dejabas, muy por dentro, ahogándome en mis celos, en mi rabia, en mi mudo dolor. Actuabas como si no pasara nada, siempre fuiste bueno haciendo eso.

Sólo hubiera bastado una palabra, pero no, siempre tuviste que ser un silencioso detallista. Es una lástima que tuviera que matarte.
*Reciente ganador en la categoría "D" (16 a 18 años) de la convocatoria para Cuento Breve por la Cámara Departamental del Libro!!! XD
Eudaimonia

1 comentario:

Memo dijo...

Oye, dijiste que era hasta 17 años xD.

¬¬ Me mentiste ^^.

Por lo menos ayudé en el título, merezco la mitad del premio =D.

Saludos.