Me tenía perdida en el asiento trasero de un bus.
No lo sabía, pero me había quedado ahí, tras un viaje inconcluso, lleno de frases sin pronunciar.
No recordaba que esa niña de rizos locos y ojos verdicafés nunca se bajó.
A ella le gusta ser testigo, y le encanta ver pasar la vida desde esa ventana.
Le encanta presenciar todo, asimilarlo.
Preciosa ella, que no se traiciona nunca.
Tonta yo, que la abandoné porque no la entendía.
Éso sí, aprendí que sin ella... No soy feliz.
Gracias por encontrarme, mi niña.
jueves, 29 de mayo de 2008
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