No cree en emergencias, sólo en milagros
Pasa doce de cada veinticuatro horas practicando la inhalación perfecta, pero no ha dominado todavía la exhalación, por lo que usualmente pasa sus días caminando por ahí con todos sus deseos con polvo dorado todavía atrapados en sus pulmones. Si le preguntas, sólo te sonreirá, y te dirá que todavía no están maduros y que si no le importa que estén ahí, ¿por qué habría de importarle que la acompañen todo el día? Está convencida de que se mudarán el minuto en que estén listos para enfrentar al mundo.
Cree que observar nubes es exactamente como suena, pero preferiría perseguirlas hasta el horizonte y meterlas en sus bolsillos, porque ¿cuál es el punto de admirarlas si les vas a decir adiós cada vez? Una vez probó la misma teoría con cachorritos cuando tenía diez y devolvió al labrador con lágrimas en los ojos y la intención de intentarlo de nuevo. A veces la puedes ver rascándole detrás de las orejas al perro del vecino, con secretos en los ojos, elevando un dedo sobre los labios si te encuentra mirando.
Cree que enamorarse es para cuando ya uno está viejo. Preferiría que alguien se enamorara de ella y no al revés, y piensa que si es tan doloroso como dicen las canciones, más les vale que no le rompan el corazón. Dice que tendrá una segunda cita con el amor cuando encuentre un hombre. Si le preguntas, te dirá que ésa es una especie en extinción. Jura que una vez vio uno, pero salió corriendo junto con un gnomo antes de que ella pudiese pedirle su número.
Cree que la felicidad no es tan difícil de obtener, al contrario de lo que dice otra gente. Jura que la ve bailar a través de las cortinas todas las mañanas, y que cualquiera con un poquito de magia en las venas puede agarrarla con la cantidad suficiente de fe. A veces, la puedes ver echada en el pasto y si le preguntas, te contará los secretos que el Sol le estaba contando. Pero no le preguntes sobre sus conversaciones con la Luna, porque esas son personales.
Pasa doce de cada veinticuatro horas practicando la inhalación perfecta, pero no ha dominado todavía la exhalación, por lo que usualmente pasa sus días caminando por ahí con todos sus deseos con polvo dorado todavía atrapados en sus pulmones. Si le preguntas, sólo te sonreirá, y te dirá que todavía no están maduros y que si no le importa que estén ahí, ¿por qué habría de importarle que la acompañen todo el día? Está convencida de que se mudarán el minuto en que estén listos para enfrentar al mundo.
Cree que observar nubes es exactamente como suena, pero preferiría perseguirlas hasta el horizonte y meterlas en sus bolsillos, porque ¿cuál es el punto de admirarlas si les vas a decir adiós cada vez? Una vez probó la misma teoría con cachorritos cuando tenía diez y devolvió al labrador con lágrimas en los ojos y la intención de intentarlo de nuevo. A veces la puedes ver rascándole detrás de las orejas al perro del vecino, con secretos en los ojos, elevando un dedo sobre los labios si te encuentra mirando.
Cree que enamorarse es para cuando ya uno está viejo. Preferiría que alguien se enamorara de ella y no al revés, y piensa que si es tan doloroso como dicen las canciones, más les vale que no le rompan el corazón. Dice que tendrá una segunda cita con el amor cuando encuentre un hombre. Si le preguntas, te dirá que ésa es una especie en extinción. Jura que una vez vio uno, pero salió corriendo junto con un gnomo antes de que ella pudiese pedirle su número.
Cree que la felicidad no es tan difícil de obtener, al contrario de lo que dice otra gente. Jura que la ve bailar a través de las cortinas todas las mañanas, y que cualquiera con un poquito de magia en las venas puede agarrarla con la cantidad suficiente de fe. A veces, la puedes ver echada en el pasto y si le preguntas, te contará los secretos que el Sol le estaba contando. Pero no le preguntes sobre sus conversaciones con la Luna, porque esas son personales.
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