Algún día le diré a mi hija que conozca su cuerpo antes que cualquier hombre, para que aprenda sus secretos y la forma del placer. Le contaré que la Luna siempre guardará su corazón, que su piel es un lienzo en blanco, que el pelo crece, y el valor del carácter. Que a medida que envejecemos, necesitamos más de la gente que nos conocía cuando éramos pequeños.
Le diré que cuente los secretos que la mantuvieron despierta en las noches, y que no existe un mal momento para amar a alguien, pero sí una mala manera. Le enseñaré a viajar sin maquillaje, que a veces para siempre significa hasta mañana, y que a veces los confines de la Tierra pueden significar África o la ciudad de al lado.
Le diré que está bien temerle a las alturas. Le explicaré que la vida está esperando que cruce ese puente, esa muralla, que ese pánico que siente en su pecho está bien, que un amor la espera al otro lado, que el buen amor le agarra la mano mientras hablamos, y que el mejor amor es su propia voz al fondo de su amplia mente, diciendo “Podrás lograrlo, sólo no mires abajo”.
Le diré que cuente los secretos que la mantuvieron despierta en las noches, y que no existe un mal momento para amar a alguien, pero sí una mala manera. Le enseñaré a viajar sin maquillaje, que a veces para siempre significa hasta mañana, y que a veces los confines de la Tierra pueden significar África o la ciudad de al lado.
Le diré que está bien temerle a las alturas. Le explicaré que la vida está esperando que cruce ese puente, esa muralla, que ese pánico que siente en su pecho está bien, que un amor la espera al otro lado, que el buen amor le agarra la mano mientras hablamos, y que el mejor amor es su propia voz al fondo de su amplia mente, diciendo “Podrás lograrlo, sólo no mires abajo”.
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