jueves, 15 de enero de 2009

Blanco

Páginas, en blanco.
Mirada, fija en el espacio donde se pierde tu voz.
Manos, atadas, ante la impotencia de no poder hacer lo que me propongo hace días, sino semanas.
Pies, quietos, al fin, hartos de caminar.
Oídos, atentos, siempre, alertas a los pasos que te delatan al venir.
Nariz, sólo dispuesta a oler tu perfume y nada más.
Mente, llena de ti, que das vueltas dentro de ella, al borde de la locura al no poderte describir completamente. Es una tarea que no he podido completar, pese a que no me daré por vencida, no por ahora.
Lo cual nos lleva de vuelta a las páginas en blanco. Es que, verás, no hay palabras que te describan, ni describan el amor que siento por ti. Lo siento, pero quizás deban quedarse así.

lunes, 29 de diciembre de 2008

...

Pese a que sigo pensando lo mismo, no creas que me acordé de ti sólo para navidad.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Manuscripts

I have written us down, typed us up, and sent us out.
they will edit us, and say some parts are no good,
but I want your run-ons, your lack of punctuation; and you are so easy
on my weak binding, my damaged spine.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Glass jars and fireflies

We used to keep our wishes
in glass jars
to save them for later.
We stored them on the shelf in your office.
Your cat knocked mine over
and it splintered into eleven shards.
I cleaned it up and replaced it with an empty, identical one.
And I never told you.

We would sit on your back porch and
gaze into your yard at
the fireflies,
little flittering orbs of orangey-yellow,
and you’d say how they were like smallspecks of the sun,
glowing in the black of night.
Sometimes you’d call me your firefly.

We’d lie on the shaggy rug on your
bedroom floor,
exchanging nothing but whispers and secrets,
and kissing not lips, but collarbones and fingertips.
You would exhale into the shell of my ear,
your breath cold and vacant like the sound of the ocean
in a seashell,
except much weaker…
And less eternal.

We decided that our favorite color
would be green, because green is the color of bliss,
and life
and your cucumber-glazed eyes.
You drew vines on my ankle with emerald marker,
telling me that my skin was the prettiest canvas.
They’re still there, wrapped around my leg like
strangling, choking, killing restraints.

I’m laying on top of my mattress, clutching
your wish jar against my chest,
and wondering what had been in there before I’d unscrewed the top
and dumped it out my window.
A firefly lands on my pinky finger, and instead
of sunset-orange, it’s glowing a pallid jade.


Suddenly, I don’t like green anymore.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Listas

Porque estaba nerviosa la mayor parte del tiempo, hacía listas: cosas que hacer para mañana, cosas que hacer para el fin de semana, cosas para terminar dentro del año y medio próximo, metas que alcanzar dentro de no más de ocho años (como estar casada, vivir en un edificio decente, tener un perro grande); libros que leer, libros que ya debería haber leído, mascotas que tener, o por lo menos ser amiga de alguien que tenga una, nombres de futuros hijos pese a que no deseaba ninguno, cada persona que besó, cada sabor que recordaba haber saboreado, y a pesar de que llevaba su libreta de listas junto con ella a todas partes, continuaba agregando cosas que no quería agregar y fallaba en tachar alguna.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Llamada perdida

Lo siento, el corazón al que usted ha llamado se encuentra ocupado. Se le recomienda no intentarlo nuevamente.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Amenazas

Todo el mundo decía que lo nuestro era ilegal, que no era bueno, que era contra las creencias del mundo entero, que nos íbamos a ir al infierno mismo, sólo por querernos como nos queremos. Y aún así, no les hacíamos caso. ¿Por qué?, dirá mucha gente. Porque es amor, señores, y Cupido es ciego, no sabe con quién te mete, sólo sabe que es el ideal para ti, por lo menos por un tiempo.

Y nuestro mundo era perfecto. Aunque la gente nos mirara con recelo, con prejuicios marcados, con caras de susto, o alejando a sus hijos de nosotros, llenándose de excusas en silencio, o simplemente haciendo como si no nos hubiesen visto, éramos felices, pues nos teníamos el uno al otro, siempre y para siempre.

No nos separábamos. Recuerdo que la primera vez que te pregunté qué era lo que te gustaba tanto de mí, y respondiste que era frágil, en el mismo momento en que yo me sentía más fuerte que nunca, dispuesto a batir el mundo. Y me sentí suave, delicado, tierno.

Hasta que sentiste una curiosa e irreverente sensación en la barriga. Y esa sensación empezaba todas las peleas. No logro recordar cómo se llamaba. Celos, creo. Sí, era eso.

Y en cada pelea me sentía fuerte, al defenderme, pero con sólo un toque tuyo, esa frágil fuerza se desmoronaba instantáneamente. Me tenías en tus manos, me tenías a tus pies.

Y en cada pelea, me lanzabas la misma amenaza. “Si hay alguien más, si llegara a haber un sólo alguien más, te mato.”

Juraba y perjuraba que nunca siquiera pensaría en alguien más. Mi corazón era tuyo, de nadie más. Y me harté. Te rogaba que pararas, pero seguías con lo mismo.

“Si hay alguien más, si tan sólo se te acerca alguien más, te mato.”

Y llegué al tope. Tuve que hacer que hubiera alguien más para probarte que había estado sólo contigo durante todo ese tiempo, para que vieras cómo cambiaba mi actitud si te engañaba, para que notaras cómo no te podía mentir.

Y repetiste, por última vez, esa gran amenaza.

“Te voy a matar.”

Lo decías como una amenaza, pero sin embargo era una gran verdad.