sábado, 11 de septiembre de 2010

Anoche

Anoche hice un hombre de almohadas y prendas aleatoriamente empujadas en los espacios de mi ropero. Tomé de la mano a mi hombre – almohada y me aseguré de que no estuviera muy frío, ya que nunca te abrigabas, y yo (eternamente friolenta y con complejo de madre) te lo pedía siempre.
Esta mañana intenté tomar una ducha, pero no lograba nada más que apagar el agua y salir corriendo como un perro mojado, con la leal cola moviéndose de lado a lado, pensando que llamabas a mi puerta. Grande fue mi desilusión cuando me di cuenta que no era así.
Mañana sabrá a la comida de hace una semana, y usaré lentes de sol, que, si me conoces, (y lo haces) parecerá fuera de contexto, como una niñita jugando a disfrazarse de persona mayor.
Sé muy bien que se supone que debe haber tormentas, canciones perfectas, películas con finales felices y miles de pensamientos preguntándome cuándo nos volveremos a encontrar, pero Dios no se toma la molestia de entrar en detalles.

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