Estoy en un aeroplano, pero no está en el aire, así que supongo que es más un terraplano. No estoy sola. Hay veinticuatro filas, con tres asientos cada una y un solo pasillo. Nadie se sienta en él, pero todos parecen muy emocionados parándose en él.
Yo estoy sentada porque me puse zapatos demasiado pequeños. Los vi en la tienda y no me importó que no los tuvieran en mi talla. Mi amor hará que quepan bien.
Te amo, ¿lo sabías? Sólo trata de no lastimarme.
Estoy sentada y el hombre del pasillo y el bolsillo de su saco me rozan la mejilla izquierda. Este bolsillo está vacío. Es el bolsillo más vacío que he visto en mi vida. Está tan vacío que le hace falta algo. Quiero decirle al hombre que perdió su billetera, o su celular, o un mazo de cartas o una cajetilla de cigarros. Quiero decirle al bolsillo que sea valiente, que es su deber hacer que el hombre se de cuenta de que falta algo, no el mío. Mi deber es no meterme en lo que no me incumbe.
El vuelo está atrasado. Todos los terraplanos se vuelven aeroplanos frente a nuestros ojos. Nos sentimos abandonados, colectivamente. Por Dios, no nos hagan ir de últimos. Si puedo contar hasta cuarenta antes de que la mujer que entro hace rato salga del baño, entonces seremos los siguientes en partir. Uno, dos, cuarenta. ¨Dicen que hay desperfectos¨, alguien dice por ahí. Desperfectos, atrasos, estamos fregados. Quizás el hombre con el bolsillo vacío es el único que podría salvarnos, pero se le perdieron las llaves, o cualquier herramienta que podría haber servido para ayudarnos, y ahora estamos fregados.
Debería haberle dicho algo.
De ahora en adelante caminaré. Nadie se muere caminando. Siempre hay autos y máquinas y océanos y explosiones. En las noticias nunca dicen “Tragedia en la calle Tal, hombre hallado muerto por transeúnte, causa de la muerte: caminar.” Caminaré en mis muy pequeños zapatos, por supuesto, pero, ¿qué más da? Nadie lo sabrá, nadie más que yo. Y quizás mi empeño a mantenernos vivos (a los zapatos y a mí), les mostrará a los zapatos cuánto significan para mí.
Denme un poco más de espacio, estoy respirando por ambos.
Yo estoy sentada porque me puse zapatos demasiado pequeños. Los vi en la tienda y no me importó que no los tuvieran en mi talla. Mi amor hará que quepan bien.
Te amo, ¿lo sabías? Sólo trata de no lastimarme.
Estoy sentada y el hombre del pasillo y el bolsillo de su saco me rozan la mejilla izquierda. Este bolsillo está vacío. Es el bolsillo más vacío que he visto en mi vida. Está tan vacío que le hace falta algo. Quiero decirle al hombre que perdió su billetera, o su celular, o un mazo de cartas o una cajetilla de cigarros. Quiero decirle al bolsillo que sea valiente, que es su deber hacer que el hombre se de cuenta de que falta algo, no el mío. Mi deber es no meterme en lo que no me incumbe.
El vuelo está atrasado. Todos los terraplanos se vuelven aeroplanos frente a nuestros ojos. Nos sentimos abandonados, colectivamente. Por Dios, no nos hagan ir de últimos. Si puedo contar hasta cuarenta antes de que la mujer que entro hace rato salga del baño, entonces seremos los siguientes en partir. Uno, dos, cuarenta. ¨Dicen que hay desperfectos¨, alguien dice por ahí. Desperfectos, atrasos, estamos fregados. Quizás el hombre con el bolsillo vacío es el único que podría salvarnos, pero se le perdieron las llaves, o cualquier herramienta que podría haber servido para ayudarnos, y ahora estamos fregados.
Debería haberle dicho algo.
De ahora en adelante caminaré. Nadie se muere caminando. Siempre hay autos y máquinas y océanos y explosiones. En las noticias nunca dicen “Tragedia en la calle Tal, hombre hallado muerto por transeúnte, causa de la muerte: caminar.” Caminaré en mis muy pequeños zapatos, por supuesto, pero, ¿qué más da? Nadie lo sabrá, nadie más que yo. Y quizás mi empeño a mantenernos vivos (a los zapatos y a mí), les mostrará a los zapatos cuánto significan para mí.
Denme un poco más de espacio, estoy respirando por ambos.
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