Estoy doblando mil grullas de papel porque es todo lo que me queda. La leyenda dice que si doblo mil, obtendré un deseo. Podría desear un par de alas, o un mar dentro de una taza, o simplemente estar en paz otra vez, pero no quiero nada de eso. Con cada grulla que doblo, te imagino a ti. Una por tus ojeras, otra por tu piel amarilla, otra más por tus muñecas delgaditas. Te amo y no estás y se me acaba el papel tratando de doblar todas las piezas rotas en pájaros.
Me dibujaste le futuro una vez, hace años. Nuestras casas eran lado al lado y había una cerquita blanca que las separaba y cada que la veo no puedo evitar hacerme una bola y dejar que duela por horas. Verás, en un mundo perfecto, las nubes serían siempre como tu las hacías, y nuestros buzones de correo siempre estarían llenos de dibujos y postales, y nuestras sonrisas siempre estarían chuecas, pero permanentes.
Tengo todavía cada dibujo que me diste, pero tengo miedo de que mis recuerdos se desintegren como el papel. Ambas pensamos en llamar a nuestro hijo Mikram, y pese a que nuestros caracteres eran muy diferentes, eres todavía mi mejor amiga.
A veces la gente nos decía que éramos la misma persona, la única diferencia es que tú ya tienes alas.
Una noche le pregunte a mi sombra que pasaría, y mientras me abrazaba a la almohada, las lagrimas y las plegarias no paraban de salir. “Iremos a su funeral”, me dijo, “y ambas lloraremos. Y siempre que estemos juntas la recordaremos, y la extrañaremos, y la seguiremos amando. Y sonreiremos.”
Y estará bien, todo estará bien.
Me sigo repitiendo todo esto, hasta que una de las dos, mi sombra o yo, lo creamos. Estará bien. Tiene que estarlo. (Puede que no, pero no puedo imaginarte lejos. Quiero nuestra cerca, y casa y nubes y sonrisas de lado.)
Al final, un millón de grullas no podrían darme lo que pido. Porque todo lo que quiero es tenerte a mi lado de vuelta. ¿Valdría la pena intentarlo?
Me dibujaste le futuro una vez, hace años. Nuestras casas eran lado al lado y había una cerquita blanca que las separaba y cada que la veo no puedo evitar hacerme una bola y dejar que duela por horas. Verás, en un mundo perfecto, las nubes serían siempre como tu las hacías, y nuestros buzones de correo siempre estarían llenos de dibujos y postales, y nuestras sonrisas siempre estarían chuecas, pero permanentes.
Tengo todavía cada dibujo que me diste, pero tengo miedo de que mis recuerdos se desintegren como el papel. Ambas pensamos en llamar a nuestro hijo Mikram, y pese a que nuestros caracteres eran muy diferentes, eres todavía mi mejor amiga.
A veces la gente nos decía que éramos la misma persona, la única diferencia es que tú ya tienes alas.
Una noche le pregunte a mi sombra que pasaría, y mientras me abrazaba a la almohada, las lagrimas y las plegarias no paraban de salir. “Iremos a su funeral”, me dijo, “y ambas lloraremos. Y siempre que estemos juntas la recordaremos, y la extrañaremos, y la seguiremos amando. Y sonreiremos.”
Y estará bien, todo estará bien.
Me sigo repitiendo todo esto, hasta que una de las dos, mi sombra o yo, lo creamos. Estará bien. Tiene que estarlo. (Puede que no, pero no puedo imaginarte lejos. Quiero nuestra cerca, y casa y nubes y sonrisas de lado.)
Al final, un millón de grullas no podrían darme lo que pido. Porque todo lo que quiero es tenerte a mi lado de vuelta. ¿Valdría la pena intentarlo?